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miércoles, 5 de mayo de 2021

Óperas

Me gustan algunas óperas. Desde pequeño escuchaba en casa música a la que mi padre era aficionado, Wagner, y a mi me gustaban Tanhäuser y La cabalgata de las walkyirias que eran algo épico. Más tarde me enteré el por qué de estos gustos paternos pero ya no tenía arreglo y además me explicó porqué también le gustaba El Ocaso de los Dioses y, que remedio, lo entendí. Épico y dramático.

Un poco más tarde, hacia los 14 o 15 años , un compañero de clase me regaló un LP de distintas piezas de música clásica. La que más me gustaba era el Intermezzo de Cavallería Rusticana de Mascagni y continúa siendo una pieza que me entusiasma. Aún más tarde, 1990, en El Padrino III, en la secuencia final “homérica”, se escucha este Intermezzo. La Met Orquesta interpreta este Intermezzo en un video compuesto por tomas individuales en plena pandemia.

 

En 1979 se estrenó la película Don Giovanni de Joseph Losey. La vi y a continuación encontré un libro de Kierkegaard que trataba sobre Don Giovanni de Mozart. El creía sinceramente que Don Giovanni merecía el lugar más alto entre todas las obras de arte clásicas. Según él mismo, “Con su Don Giovanni, Mozart se une a esa pequeña banda inmortal de hombres cuyos nombres, cuyas obras, el tiempo no olvidará porque la eternidad las recuerda”. Me compré el LP y compaginé su escucha con la lectura de Kierkegaard. Me gustó pero no me dejó tanta huella como a este filósofo danés.

Ya atrapado por Mozart, no se cómo me topé con La flauta mágica. Una suerte. Me pareció un cuento fantástico, sin mucho orden ni concierto, con hadas, ángeles o lo que sean, monjes, príncipe , princesa y reina mala y luego buena, un lío que te arrastra, pero que me dejó entusiasmado. Me pasaba las horas escuchando la música y leyendo la letra en alemán y español. Por supuesto, con su duración, unas dos horas y media, había que hacerlo por partes.

En primer lugar pongo el aria en que al Príncipe Tamino (Fritz Wunderlich) acaban de presentársele las Tres Damas con una imagen de la Princesa Pamina, y se enamora instantáneamente de ella. Dies Bildnis ist bezaubernd schön (Esta imagen es encantadoramente bella). 


Luego el dúo de Pamina (Kiri Te Kanawa) y Papageno (Thomas Allen) en el que dialogan sobre la necesidad de amor que sienten los seres humanos en sus vidas. Bei Männern, welche Liebe fühlen (A los hombres que sienten el amor).


Alegrémonos del amor,
únicamente por él vivimos.
El amor endulza todas las penas,
todas las criaturas lo alaban.
Él da sabor a nuestros días,
actúa en el ciclo de la Naturaleza.

Y en el 80, en la película El nido de Armiñán me quedé embobado en la escena en que Hector Alterio y Ana Torrent hacen que dirigen el dúo de Adan y Eva de La Creación de Haydn. No fueron los actores ni la escena de la peli, fue la música. Pero todo ello unido hizo que corriera a comprar el disco. Aunque La Creación es un oratorio me vale como ópera. Una dulce melodía del oboe; inmediatamente detrás, Eva primero y Adán después en magnífico duetto, dan gracias a Dios por las maravillas que ha creado. Los gestos de dirigir que hacen ambos actores no se corresponden muy bien con la música, pero vale!

Un día, hace tiempo, me quedé viendo la tele hasta muy tarde y di con una retransmisión de Madame Butterfly de Puccini y me empeñé en verla y escucharla. Me metí tanto dentro de la obra que cuando Cio-Cio San (Mme. Butterfly) canta Un bel dì, vedremo (Un bello día, veremos) se me nublaron los ojos y alguna lágrima salió. Butterfly está a la espera del regreso de Pinkerton que partió para Estados Unidos poco después de su boda. La criada intenta convencerla de que él no volverá y ella para convencerla de lo contrario canta esta gran aria. Aquí lo hace la soprano rumana Angela Gheorghiu, y a mí se me pone la piel de gallina.

Prácticamente desde que uno escucha música y pone un poco de atención, antes o después, escucha algún fragmento de La Traviata (Descarriada) de Verdi basada en la novela La Dama de las camelias de Alejandro Dumas (hijo del autor de Los Tres Mosqueteros).  Pero no a  todos se les ocurre finalmente meterse por completo en ella. Es una historia clásica con una música extraordinaria que si la acompañan cantantes con voz y presencia, engancha para siempre.

Aquí he elegido un dúo entre Alfredo y Violeta con una melodía famosa que es un tema importante a lo largo de la ópera. Un Dí, Felice, Eterea (Un día, feliz, etérea, apareciste enfrente de mí,...), cantan Anna Netrebko y Rolando Villazon   en el Festival de Salzburgo de 2005.


Sigo con La Traviata. Éste montaje en Salzburgo y la presencia de Anna Netrebko, impresionan. En Ah, Fors'é Lui, Violetta analiza la posibilidad de una relación con amor verdadero con Alfredo. Duda, se aleja y finalmente se decide con el aria Amami, Alfredo!




Después de un tiempo de alegrías y tristezas, sabiendo que ha perdido la batalla contra la tuberculosis, Violeta canta Addio del pasato como despedida a su felicidad y futuro con Alfredo. 





En alguna de las múltiples veces que en TV ponen un aria de Pavarotti, estábamos comiendo y yo digo: “es el Adiós a la vida” y mi hija dice, “es Nessun dorma”. Y tenía razón ella. Me alegré más que si hubiera acertado yo. Me encanta que Alejandra sepa distinguirla y le guste. No es normal que una joven sepa de esto.

El Adiós a la vida en realidad se titula E lucevan le stelle de la ópera Tosca de Puccini con Roberto Alagna en el video y  Nesum dorma de Turandot,  también de Puccini, aquí cantada por Pavarotti.

Y como homenaje a Maria Callas, otra muy conocida y siempre entusiasmado de oír, Casta Diva de la ópera Norma de Bellini.



sábado, 4 de julio de 2020

Más música y algo de cine

Seguro que hay que mejores versiones de esta aria Lascia ch’io pianga de la ópera Rinaldo de Häendel, pero que sea interpretada con más cozarón y sentimiento, es difícil y, aquí, las meninas se toman muy en serio el título de la famosa pieza. Ya, en el inicio del video, se ve a una de las Meninas Cantoras de Petrópolis, llorando. Dudas si será la expresión de su rostro en ese momento, pero cuando va avanzando el aria se ve que cada vez hay más chicas llorando y terminando la grabación, la mayoría de ellas está llorando, a punto de hacerlo o recién lloradas.
Lo que hace la música cuando la sientes en el fondo es difícilmente explicable con palabras.



La Danza de la pipa de la paz de la ópera ballet Las indias galantes, es de Jean-Philippe Rameau  y compuesta en 1735, narra historias de amor «galante» en lugares remotos y exóticos, comprendidos bajo el nombre genérico de «Las Indias». excusa para producir un «grand spectacle» en el que los decorados, los vestidos suntuosos, los efectos especiales producidos por las maquinarias teatrales y sobre todo la danza tenían un papel esencial. Las Indias galantes simboliza la época despreocupada, refinada, dedicada a los placeres y a la galantería de Luis XV y de su corte.
En un lugar de América de colonias francesas y españolas, los guerreros americanos vencidos, conducidos por Adario, se preparan para celebrar la paz con los conquistadores europeos. Dos oficiales, el francés Damón y el español Don Alvar, se disputan la mano de la nativa Zima, que no gusta ni del uno ni del otro, sino que escoge la mano de Adario. Después que los conquistadores se calman recíprocamente la rabia de cada cual ante el desaire, se celebra la esperada fiesta de las paces.
Aquí en una danza moderna de la Opéra National de Paris, en 2019.



Una canción popular que se venía cantando por rondas, tunas, coros y charangas por las calles de la península ibérica desde finales del siglo XIX, era Yo te daré, y en 1930-31 la vieja tonada popular en forma de vals había cobrado nuevos bríos al ser interpretada y grabada por la canzonetista de varietés Paquita Robles conocida por “La Pitusilla” por su escasa estatura, en una versión orquestada por el maestro R.Aramburu (nacido 1898).
Los falangistas, en la década de los treinta, eran muy aficionados a esa canción-vals . Aparentemente, la letra tenía un sentido sexual, pero se convirtió de inmediato en símbolo secreto y contraseña de la Falange. Decía la canción “te daré niña hermosa, te daré una cosa que yo sólo sé: Café”, la niña era la República y el CAFÉ un acrónimo que significaba “Camaradas, Arriba Falange Española”.
 

En 1938, cuando Dimitri Shostakovich compuso su obra El Segundo Vals, ya habían llegado a Moscú los llamados "niños de la guerra", niños españoles procedentes de muchísimos rincones que por su temprana edad merecían librarse de los bombardeos que por aquella época se llevaban a cabo; y llegaban cantando la muy popular "Yo te daré". Poco tiempo después de que esos niños españoles cantaran lo mucho o poco que sabían o se acordaban del "Yo te daré" y como se trata de un fragmento pegadizo, es posible que Dimitri Shostakovich se quedara con la copla. Vals recordado en la peli de Kubrik, Eyes wide shut. 
Aquí se ha hecho una composición con distintas pelis (El Gatopardo, Guerra y Paz, Ana Karenina y otras) donde bailan actores y actrices muy conocidos y muy guapos todos ellos, con sus trajes de fiesta y uniformes, y éste vals que encaja perfectamente. La verdad es que el montaje está muy bien hecho.


Pero es que, además, escuchando los primeros compases del tercer movimiento de la Sinfonía No 5 “Reforma”, de Mendelssohn, datada en 1830 se puede apreciar que la melodía es la misma aunque algo más lenta. Había oido Aramburu esta obra de Mendelssohn?. Chi lo sa?.


El ballet La danza de las horas de la ópera La Gioconda de Ponchielli se estrenó en 1876 y presenta un argumento definido, autónomo y completo que lo hace susceptible de ser interpretado incluso fuera del contexto de la obra para la que fue concebido: el libretista Boito imaginó doce bailarinas dibujando un círculo que representaba las doce horas de un reloj esférico y dos bailarines situados en el centro del mismo ejerciendo de las manecillas que señalan las horas. 
En la película Fantasia de Walt Disney se encargó de hacer todavía más célebre, aun cuando – o precisamente a raíz de ello – se trató de una parodia que tiene como danzantes a hipopótamos, avestruces, lagartos y elefantes con tutú.
La primera vez que oí esto fue en casa de un amigo que había comprado una colección, creo que de Reader's Digest de las mejores obras clásicas, hará más de 60 años en un pueblo de Murcia.
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Una gran saga, El Padrino, con una gran música de la que destaco el final de la última de 1990, con la muerte de la hija del Padrino III y la de él mismo con el fondo del Intermezzo de Cavallería Rusticana de Pietro Mascagni, compuesta en 1890, que siempre me pone los pelos de punta y más con esta escena, desde que en 1962 me regaló el LP, "Música clásica para quienes no les gusta la música clásica",  un amigo del cole.


De Mahler no comento nada. Es uno de mis cuatro compositores clásicos favoritos y fué con Muerte en Venecia de Visconti en 1971 cuando descubrí el famoso adagietto 5ªsinfonia compuesto en 1902. Me resulta curioso, al ver y escuchar seguidas las escenas finales de El Padrino III y de Muerte en Venecia, que tienen bastante similitudes.



Música salvaje, directa y contundente, que nos puede entusiasmar porque habla sobre beber como si fuera el último día y libertinajes de todo tipo, pero que al mismo tiempo, contiene reflexiones angustiadas sobre nuestra mortalidad. Inspirado en una compilación de poemas medievales del siglo XIII, el Carmina Burana compuesto por Carl Orff en 1935, es sin duda, una de las partituras inmortales del siglo XX que todavía hoy apela a nuestras emociones con cantantes al límite, una orquesta a todo trapo sobre ritmos enloquecidos y percusiones desenfrenadas. Lo que decíamos: música que no se olvida. Y la cabalgada de los caballeros con sus relucientes armaduras, en la película Excalibur, al ritmo de O Fortuna queda marcada para siempre.


En la peli de Kubrik, Eyes wide shut, tambien se oian piezas de Jocelyn Pook  y de esta compositora es la pieza Libera me, que descubri hace poco y que salía en la peli de Julio Medem del 2000, Habitación en  Roma