viernes, 29 de marzo de 2019

Passion Week




Tras una semana muy ocupado con las procesiones, el tiempo (meteorológico) y la lectura de los programas electorales de todos los partidos para poder discernir a cual otorgar mi voto; vuelvo con algo que conseguí oír y ver de un tirón durante estos días y que considero mucho más fundamental para mi que todo lo anterior. 
Mientras paseo con mi perrita, escucho música y cuando cae la Matthaüs-Passion de Bach, nunca me da tiempo a escucharla entera (dura casi 3 horas), voy escuchándola por etapas.
El martes pasado fui a verla y escucharla dirigida por Jordi Savall y fue una gozada. Es una de las que contribuye  a que cuando te  preguntan que músico te gusta más, entre los clásicos, yo ponga siempre el primero a Bach.
Aquí van unas muestras de la Matthaüs-Passion  en la versión de Philippe-Herreweghe, uno, sino el mejor director de Bach , tambien con instrumentos de época como Savall.
Erbarme dich mein gott –Apiádate de mí, Dios Mío– es uno de esos ejemplos de la capacidad que tiene la música para emocionar. Desde el principio. Antes de que el contratenor abra la boca y comience a cantar, el violín y la orquesta nos trasladan a un ambiente de extraordinario recogimiento y nos dirigen, poco a poco, sin prisas, a la espera de la voz que inicia la humilde plegaria, Ten piedad de mí, Dios mío. Una sensación de fuerza sorprendente a la que Bach, hombre profundamente religioso, nos lleva con extraordinaria maestría.





El gran coro con que finaliza la obra, el llanto de los creyentes ante el sepulcro del Cristo muerto: Wir setzen uns mit Tränen nieder ("Llorando nos postramos"), es uno de los fragmentos más conmovedores de la obra, especialmente dramático en la contemplación de la tumba del Señor. Es una despedida dulce y solemne, como de alguien que se ha ido a dormir, y al que se le deja descansar en paz.





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