lunes, 20 de abril de 2020

Barroco


Me encanta la música del “barroco”. Quizá fue la primera que me propusieron escuchar detenidamente, empezando por Vivaldi y sus 4 estaciones hacia los 15 años. No es música difícil de seguir y siempre resulta agradable. Y en los adagios se queda uno embobado con la cadencia y delicadeza de la melodía.
Los primeros LPs de clásica que me compré fueron del barroco, con Bach, Albinoni, Vivaldi y A. Marcello y luego me quedé para siempre con Bach como primero y fundamental en toda la música. En todo caso me gusta volver a oir los Adagios de los primeros que me impactaron. Muchas veces los tarareo o silbo sin saber qué estoy silbando pero cuando vuelvo a escuchar los discos enseguida reconozco que eso lo he silbado yo a menudo.
Y en estos días de confinamiento y encima con lluvia moderada continua con un cielo plomizo, la melancolía se alegra con esta música.
Esta pieza me llegó en 1975, más o menos. Había un anuncio de Philips en TVE que tenía esta música de fondo y me dejaba boquiabierto. La busqué hasta saber que el autor fue Tomaso Albinoni y que la pieza era el Adagio del Concierto para Oboe op.9 nº 2. De todas formas es difícil encontrar interpretaciones similares. Cada solista hace sus ornamentos específicos que difieren de lo que oí por primera vez de la Orquesta de Cámara de Toulouse dirigida por Louis Auriacombe. 
Se sabe muy poco de la vida de Albinoni. Era veneciano igual que Marcello y Vivaldi y contemporáneo todos ellos. Lo que está claro es que la obra más conocida de él, el “famoso” Adagio de Albinoni de la película Anónimo Veneciano de 1970, no era de él sino de un especialista en su obra que lo compuso a mediados del siglo XX.




Alessandro Marcello, noble y diletante italiano que se interesó por diversas áreas, como la poesía, filosofía, matemáticas y, quizás en la que fue más notable, la música. Un oficio muy apetecible. Su obra más conocida es el Concierto en Re menor para oboe y orquesta, que Bach dio a conocer al escribir una transcripción de la obra. Aquí sólo el adagio.


Antonio Vivaldi fue el primer compositor en escribir un concierto para mandolina, lo que ciertamente fue bastante arriesgado. Tanto la mandolina como el clavecín tienen (casi) el mismo sonido, metálico y delicado, plateado, por lo que no podía ponerlo en la orquesta. Quita el clavecín para dejar el lugar al órgano cuyo sonido, suave y redondo, crea fascinantes y divertidos contrastes con las cuerdas punteadas de la mandolina.
Vivaldi, en el Concierto para dos mandolinas hace dialogar al par de mandolinas, gracias al “movimiento pellizcado” efectuado por medio de sus cuerdas. De hecho, para el segundo movimiento, la orquesta realiza un acompañamiento en pizzicati. Así, las solistas tienen un armónico fondo que las complementa. La partitura fue descubierta en 1926. La melodía de este 2º movimiento podía muy bien ser una balada completamente actual y deliciosa.


Y, cómo no, J.S. Bach en el Concierto para dos violines BWV 1043 con Oistrakh y Menuhin como solistas. Los dos violinistas de origen ruso-judio unánimemente aclamados como de los mejores del siglo pasado. Aquí en una grabación de 1958. Solo pongo el segundo movimiento Largo ma non tanto, aunque hay que escucharlo por entero. El Largo es fantástico, que se puede esperar?, pero todo el concierto es una maravilla genial. Pero para un blog de “petites coses” es demasiado.
Cuando lo escucho, pienso en cómo una mente humana puede crear una cosa así. Debe sentirse Dios o debe ser que Dios es esa música. Es que no se puede crear algo tan bello . Es perfecto.






No hay comentarios:

Publicar un comentario